viernes, 17 de junio de 2016

EL LUSTRE DE LA PERLA de Sarah Waters

No quiero hacer spoiler con esta reseña, pero simplemente quiero agradecer a Sarh Waters que le haya dado un final feliz. Sí. Nancy, la protagonista de "El lustre de la perla" (o "Tipping the Velvet", su título original) se lo merecía. A pesar de que me encanta que las historias se ajusten a la realidad,  que las autoras sean capaces de plasmar el sufrimiento humano, las penurias, con la fidelidad con la que lo hace la autora británica Waters, creo que también las protagonistas de las historias merecen que, a veces, las historias acaben bien.

Nancy Astley es una muchacha joven, que trabaja en la ostrería de su familia, en la ciudad de Whistable. Le encanta asistir a music-halls, y de hecho es este el gran divertimento semanal que tiene: acudir junto a su hermana Alice al music-hall de Canterbury dsepués de su jornada laboral limpiendo y abriendo ostras. Las descripciones sobre las actuaciones musicales y el ambiente de los music-hall de finales del siglo XIX son fascinantes; el calor del teatro, el comportamiento de los y las asistentes, aplaudiendo o abucheando a los artistas, las zonas en las que cada persona se sentaba para ver el espectáculo (el gallinero, los palcos), los olores, el bullicio... La autora consigue recrear el ambiente finisecular en estos espacios.



Será aquí donde conozca a Kitty Butler, su musa, su adorada artista, su gran amor. Kitty tiene un espectáculo en el que aparece vestida de hombre, con el pelo corto y una rosa en el ojal. Nancy queda prendada de ella y de su espectáculo, un juego insinuante de los roles de hombre y de mujer (algo que, según explican más adelante, era bastante común en los escenarios londinenses de la época). Asiste continuamente al Teatro Canterbury para verla una y otra vez, hasta que consigue entablar amistad con ella, y finalmente la acompañará a Londres, a comenzar una vida artística a dúo.

Este será el comienzo de una historia de aventuras y desventuras. Nancy Rey -así será conocida en las tablas a partir de este momento- pasará de ser una estrella de los escenarios junto con Kitty Butler, con la que además vivirá una historia amorosa muy pasional,  a verse deambulando por las calles de la capital británica, ganándose la vida como chapero, como "mantenida" de la ricachona Diana en su gran mansión, obedeciendo todos sus deseos sexuales, o finalmente como niñera y ayudante en una casa de dos hermanos socialistas y sindicalistas en Quilter Street.

La capacidad de actuación y de meterse en el rol de otra persona será leitmotiv de la trama; Nancy pasa de hacer un espectáculo vestida de hombre en los teatros del West End, a travestirse con un uniforme de la Guardia Real y actuar ante hombres, vestirse como le pide Diana para que actúe frente a su grupo de amigas sáficas, o fingiéndose otra persona que realmente no es con Florence y Ralph. Poco a poco irá desenmascarándose, siendo cada vez más ella, hasta encontrar finalmente la paz interior. Precisamente, el último encuentro con Kitty en el Parque Victoria servirá como catarsis, como punto de inflexión, para dejar claro qué es lo que quiere, y abandonar el fingimiento, el aparentar.

Y lo más curioso de la trama es que las mujeres con las que ha convivido Nancy aparecerán en el Parque Victoria, durante un congreso político en 1895, representanto distintos estratos dentro del movimiento feminista. Diana aparecerá como una de las sufragistas,  burguesa y clasista, pero feminista y colaboradora de la revista feminina "Shafts", que defendía el voto para la mujer, igualdad de oportunidades y de derechos. Diana representará justo lo contrario que Florentine, feminista y socialista, partidaria de la igualdad de género y de clase. También vemos que pasará por allí Zena, antigua sirvienta de Diana, quien también se muestra interesada por ese gran evento, ese gran congreso del que tanto se ha estado hablando en Londres, e incluso la propia Kitty.

Quiero destacar algunos extractos especialmente llamativos e interesantes en la novela:
El tema de la estética, de la necesidad de vestir con pantalón, de cortarse el pelo, de la apariencia que se tiene, y de los problemas que esto podría conllevar a la protagonista de la trama, será un tema recurrido y clave en la obra:

"La verdad es que estaba hecha una facha desde que me fui de St John's Wood, y ahora, con un vestido estampado, me había convertido en un adefesio. Había comprado el tipo de ropa que usaba en Whistable y con Kitty, y me pareció recordar que en aquella época me consideraban una chica guapetona. Pero era como si el hecho de haberme travestido de hombre me hubiera incapacitado para la feminidad, como por arte de magia y para siempre; como si la mandíbula se me hubiera puesto más firme, las cejas más gruesas, las caderas más finas y las manos enormes para adaptarme a las ropas que Diana me había puesto. El ojo morado no tardó en curarse, pero la pelea con el libro de Dickie me había dejado una cicatriz en la mejilla -todavía la tengo- que, combinada con la nueva firmeza de mis hombros y muslos, adquirida a fuerza de acarrear cubos y blanquear escalones, me daba un cierto sello de rudeza"

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Estando en un bar "sáfico" en Londre, Florence y Nance hablan de las "marimachos" y de las convenciones sociales que se dan dentro del propio ambiente lésbico. Nance está muy sorprendida de ver mujeres vestidas de hombres, y pregunta si "viven así" -a pesar de que ella misma se ha travestido de hombre durante unos años-, y se queda muy sorprendida de que haya ciertas normas, ciertas convenciones establecidas, que desconocía. Posteriormente se explica el título de la novela:

"- Lustrar la perla: ¿Qué quiere decir eso? Suena como a jerga de teatro.
Florence se sonrojó. 
- Podrías intentarlo en un teatro- dijo- pero creo que el director de escena te expulsaría del escenario...
Yo aún conservaba mi expresión interrogante cuando ella abrió los labios y me enseñó la punta de la lengua mientras lanzaba una mirada muy rápida a mi regazo. Nunca le había visto hacer una cosa así, y me produjo a la vez una conmoción y una excitación tremendas. Fue como si realmente me hubiera hundido los labios entre los muslos: noté que se me humedecían las bragas y que las mejillas se me ponían rojas como un tomate, y para ocultar mi confusión tuve que mirar a otro lado"

Se trata de una obra muy interesante para trabajar el tema del lesbianismo y del respeto a cualquier tipo de orientación sexual. Describe muy bien el mundo lésbico de la sociedad de la sociedad londinense finisecular, una parte de la historia que ha sido bastante silenciada en literatura, o en historia. Lo cierto es que sorprende leer ciertos extractos, como cuando describe la casa de Diana y descubre que ya existían consoladores, y vestimenta para realizar juegos eróticos, al igual que llama la atención el conocer las costumbres de los hombres para buscar a chaperos con los que satisfacer sus necesidades sexuales. Contiene escenas muy eróticas, narradas de forma explícita, por lo que no recomendaría esta novela a los y las estudiantes, en todo caso al alumnado de 2º de Bachillerato o de Ciclos Superiores. Pero creo que sí es interesante su lectura para ayudar a abrir las mentes, y a reconocer que "no hay nada nuevo bajo el sol", que mucho de lo que se habla ahora mismo en nuestra sociedad como un escándalo, ya existía hace tiempo, y se veía bastante normalizado. 

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