Escuché hablar de Jenn Díaz a través de eldiario.es; decían que era la nueva Carmen Martín Gaite de la literatura española, y que con solo veintiocho años, ya sacaba a la luz su quinta novela... (esto me hizo pensar, porque yo he cumplido los treinta y cuatro, y me conformo con ser una buena lectora de novelas, de momento. Y de encontrar tiempo para leer todo lo que me gustaría. Glup)
Posteriormente, tras acabarme la novela Madre e hija, voy buscando artículos sobre esta novelista catalana, y descubro que se la ha etiquetado como autora de "novela rural", en la línea de de Luis Mateo Díez, Llamazares o Jesús Carrasco.
Para mí, Madre e hija se trata de una novela íntima, que sabe profundizar en la cotidianeidad de cuatro mujeres muy diferentes entre sí, cuestionadas por el qué dirán y por las presiones sociales, lo que les impide, en algunos casos (como el de Dolores, el que más me ha llegado y el que más me ha dolido) hacer lo que realmente quieren. Dolores cuida de Blanca, hija de Enrique, después de que este haya quedado viudo con una hija muy pequeña. Dolores es soltera, ha vivido siempre en el domicilio de su hermano Ángel, con la familia de este, y con enfrentamientos con su cuñada Gloria, con la que tiene una relación amor-odio. Por un lado, le repugna el comportamiento que Gloria ha mostrado hacia ella todo ese tiempo, incluso llegó a echarla de casa cuando nació su primera hija, evitando cualquier competición entre ambas, y dejando claro que su hija era solo suya. Pero a pesar de todo esto, será la opinión de Gloria la que más cuente a la hora de que Dolores dé un paso más y se case con Enrique. Enrique es más joven que ella, y ¿cómo va a estar él con una "vieja"? "Acabará enviudado de su segunda esposa, y Blanca sin madre por segunda vez". Esta obsesión le perseguirá continuamente, el qué dirán las vecinas al saber que vive con Enrique y con Blanca, y todo eso está por encima de sus propios sentimientos.
Por otro lado, vemos a Gloria, una mujer fuerte, que lo ha tenido todo, la familia que quería y dos hijas (que son las que de verdad se quedan y te cuidan cuando te haces mayor), pero la muerte de su esposo supondrá un golpe tan fuerte que acabará sola en su casa con jardín, sin ganas ni para levantarse de la cama, y cuidada por su hija Natalia, a la que desprecia por la relación que esta ha mantenido durante años con un hombre casado, con Mateo, al que amaba con locura. Precisamente, la relación entre Natalia y Mateo es la más real de toda la novela, la más sentida, pero es extramatrimonial. Por eso no será aceptada ni por Gloria ni por su hermana Ángela, ambas la despreciarán por haber mantenido esta relación tantos años. La familia de Mateo es conocedora de la existencia de Natalia, y saben que ella es realmente el amor de Mateo, pero aún así sigue conviviendo con su mujer Érica. Todos los viernes Natalia y Mateo quedaban para comer, Mateo no faltaría a esta cita hasta que enfermó y ya no podía moverse de la cama.
A lo largo de la novela, se dan distintos modos de concebir el amor y la forma de vivir, y a la vez, se respira una absoluta incomprensión entre las formas en las que unas y otras llevan adelante sus vidas, hay una falta de sororidad entre las cuatro mujeres. Natalia y su hermana Ángela apenas se hablan, y si lo hacen tan solo es para echarse en cara el comportamiento de cada una... Lo gracioso del caso es que Ángel (marido, padre y hermano de cada una de ellas) es el que sirve de unión, de lazo, para narrar la historia. El único vínculo entre ellas es este personaje, y eso me resulta muy triste...
Mi forma de interpretar la novela es como un grito desesperado al feminismo, a la necesidad de unirnos y respetarnos entre nosotras, y hay multitud de extractos en la novela que señalan claramente lo que "está establecido" en nuestra sociedad, y lo difícil que resulta escapar de ello.
Señalo a continuación algunos de ellos:
"Natalia ya no está preocupada por no querer a su madre como debería hacerlo una hija, y hace más tiempo todavía que no se enfada con sus impertinencias, una madre es una madre".
"La tía debía de tener unos treinta años. Decía que llevaba meses sin menstruar y estaba muy nerviosa; a todas las mujeres les ocurre alguna vez, pero no a las que, como la tía, no conocen varón. Natalia no lo acababa de entender, porque tendría que darle lo mismo, aunque quizá era una enfermedad, nunca se sabe con estas cosas(...) La tía insistió que estaba embarazada, para sorpresa de su sobrina, porque ya me dirás tú cómo podía quedarse embarazada, esta clase de milagros solo pasa en los libros, pero la tía decía que sí, que sentía una criatura en el vientre y que no sabía cómo decirlo".
"Sigue decepcionada con Natalia, todo empezó con eso, con la decepción que una madre siente por su hija, y si tiene derecho o no, y Natalia cree que no, que una madre menos que nadie debe juzgar a su hija, y tampoco sentirse decepcionada - ¿por qué una madre tendría que esperar algo de una hija?"
En resumen, lo que logra Jenn Díaz en esta novela es elevar a categoría de gran literatura lo más doméstico y vulgar, como ella misma afirma que desea hacer, siguiendo el ejemplo de Natalia Ginzburg.
Recomiendo esta novela para el alumnado de 1º o 2º de Bachillerato; puede ser interesante para relacionar con autoras como Carmen Martín Gaite o Ana María Matute. Como ella misma dice: "Con Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Mercè Rodoreda y Natalia Ginzburg me iría al fin del mundo". Son su particular póquer de damas.
Sus referentes. Las narradoras que lee y relee con pasión y las que
conectan con sus propios conflictos y la manera de enfrentarse a ellos. A estos cuatro nombres hay que añadir Miguel Delibes y la brasileña Clarice Lispector.
"No sigo su modelo de escritura, no podría; pero esta autora me ayuda a
reflexionar, a sacar conclusiones y a producir belleza de la nada".
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