martes, 20 de octubre de 2015

PENÉLOPE Y LAS DOCE CRIADAS de Margaret Atwood

Cambiemos la perspectiva; ya conocemos la historia de Ulises, la guerra de Troya,  las interminables aventuras que pasó en su regreso a Ítaca con el Cíclope, la isla de las sirenas, los lotófagos... Veamos ahora la historia desde el punto de vista de Penélope, quien tuvo que esperar veinte años la llegada de su esposo -por supuesto, manteniendo la fidelidad y la calma-. Convirtamos a este personaje en sujeto, por una vez, y además dejemos que nos hable directamente, que se dirija a un receptor colectivo a través del imperativo. 






Y además de poner a Penélope como narradora, añadiendo un poco de morbo a la historia de La Odisea, con cotilleos sobre la envidia que causaba Helena en Penélope, el trato que recibía esta por parte de su suegra, o sus sentimientos al recibir las noticias de que Odiseo estaba en la isla de una diosa que le hacía el amor cada noche, incluyamos un poco de humor en la redacción, y dejemos que tanto Penélope como las doce criadas a las que sacrificaron nos lo cuenten desde el mundo del Hades... "Ahora que estoy muerta lo sé todo"; de esta forma comienza la novela,  Penélope nos va a desvelar toda la verdad sobre su vida.

La forma de relatar los acontecimiento de la época hace que estos resulten más cercanos, y más fácil comprender la realidad. Partiendo de su infancia, nos narra cómo su padre Laertes intentó acabar con su vida tirándola a un lago, cómo fue salvada por los patos, cómo se organizó una competición para buscarle un esposo. Ponemos de ejemplo algunos extractos que sirven de muestra de la picardía y el humor que tiñen las páginas de la novela:

"La mía fue una boda planeada. Así es como se hacían las cosas en aquellos tiempos: siempre que había boda había planes. (...) Imaginadme, pues, como una muchacha inteligente pero no excesivamente hermosa en edad de merecer (unos quince años). Supongamos que estoy mirando por la ventana de mi habitación -situada en el segundo piso del palacio- hacia el patio, donde se están reuniendo los aspirantes: un montón de jóvenes dispuestos a competir por mi mano. (...) miro con disimulo, desde detrás de mi velo y de las colgaduras. No estaría bien que todos esos jóvenes ligeros de ropa vieran mi rostro descubierto. Las mujeres de palacio me han emperifollado lo mejor que han podido, los aedos han compuesto canciones de elogio en mi honor -"radiante como Afrodita". y todas las paparruchas de costumbre-, pero yo me siento cohibida y desgraciada. 

El caso es que Odiseo hizo trampas y ganó la carrera (...) Mantenía la vista baja, de modo que lo único que veía de Odiseo era la parte inferior de su cuerpo. "Tiene las piernas cortas", pensaba, incluso en los momentos más solemnes". 

De modo que me entregaron a Odiseo, como si fuera un paquete de carne. Un paquete de carne con un lujoso envoltorio, claro. Una especie de morcilla dorada."

Además, en uno de los últimos capítulos, la autora incluye un juicio realizado a Odiseo en el que se le acusa del asesinato de las doce criadas, y se pide a las Erinias que persigan a Odiseo hasta que se arrepienta realmente de todo el mal que ha hecho.

Creo que esta obra puede resultar muy interesante para trabajar con el alumnado la historia de La Odisea y los mitos... ya que Margaret nos habla del rey Icario, el padre de Penélope, de Laertes, Anticlea, los padres de Odiseo, y de su nodriza  Euriclea. Menciona a  Menelao, Helena y cómo se provocó la guerra de Troya,  para lo que se sirvió de la propia obra La Odisea y de Los mitos griegos de Robert Graves. Además introduce el coro a través de la voz de las criadas, y relata la realidad de la época de una forma divertida y cercana.

Esta obra nos recuerda al cuento de Eduardo Galeano:

Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas.
Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo.
De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada.

Démosle la vuelta a la historia... ¿por qué no?

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