jueves, 12 de noviembre de 2015

LA MUJER COMESTIBLE de Margaret Atwood




Image result for la mujer comestible de margaret atwoodThe edible woman, la primera novela de la autora canadiense Margaret Atwood, nos llama la atención por su humor ácido, su originalidad y, en definitiva, por su reivindicación de la libertad de las mujeres.

La trama habla de la vida de  Marian MacAlpin, una joven de veintitantos años que trabaja haciendo encuestas para una empresa, y cuya vida transcurre entre su trabajo, sus visitas a antiguas amigas de la facultad, su compañera de piso Ainsley y su novio Peter. Nada parece satisfacerla, habla de su trabajo como algo monótono y aburrido donde incluso el momento de la pausa en el que toma café con sus compañeras de trabajo, las tres vírgenes, resulta  algo desidioso y aburrido. Tampoco parecen entusiasmarle las conversaciones con Clara, compañera de la facultad a la que va a hacer visitas de vez en cuando casi por quedar bien, por mantener el contacto aunque cada vez tiene menos en común con ella. Clara representa al ama de casa soprepasada, que ha dejado de lado su faceta intelectual -su carrera inacabada, no ha vuelto  a acercarse a los libros ni a mostrar interés por hacer otras cosas fuera de su casa-, con su vida doméstica absorbente, sus hijos y la sobreprotección de su marido. En su casa impera el caos y el desorden; en una de las escenas nos cuenta cómo uno de sus hijos hace caca por cualquier esquina, mientras otra corretea medio desnuda por el piso, y mientras Clara está sentada en el jardín, con su barriga de un tercer embarazo,  mientras les cuenta a Marian y a Ainsey que va a empezar a tomar anticonceptivos.  

Su relación con Peter, su pareja,  no parece que le colme, más bien es fruto de la inercia. Peter es un hombre muy formal, un abogado muy correcto, que siempre responde como se espera de un hobre serio, vestido con ropa elegante y sobria, y que resulta bastante previsible; le preocupan mucho las apariencias, no llamar la atención, y sus obsesiones son la fotografía y la caza. En una fiesta que hace en su casa su máxima preocupación es hacer fotos de los momentos en los que todos los invitados están juntos, y cuando Marian se va del piso, en busca de Duncan e intentando huir de la sensación de agobio que le invade, él se enoja porque "no pudo tomar una foto del grupo completo", sin preguntarse si quiera por qué Marian sintió la necesidad de marcharse de su piso. Al comienzo de la novela Peter empieza hablando de lo trágico que es que todos sus amigos hayan decidido casarse, lo mal que se siente cuando se entera de la noticia de la boda del último amigo soltero que le quedaba, al que su novia lo ha logrado "atrapar", como a los demás. Paradójicamente, muy poco después el propio Peter le pide matrimonio a Marian.

Su compañera de piso, Ainsley, es el personaje más libre y con más fuerza de la trama. Es espontánea y atrevida, y sorprenderá a la protagonista al contarle que ha decidido que es su momento de ser ser madre, por lo que va a buscar un hombre para lograr este objetivo. Ella no busca pareja formal, ni matrimonio, ni amor, busca un hijo para criar. Si bien más adelante querrá que haya figura paterna en su casa para que su hijo no se vuelva homosexual, ya que necesita de una figura paterna para poder ir por el recto camino. Leáse este comportamiento como una crítica a los consejos que se pueden leer en el tema de la crianza, y la homofobia existente en la sociedad.

En este momento de su vida, Marian conocerá a Duncan, un estudiante de filología, extremadamente delgado, famélico, pálido y antipático, que dice las cosas sin ningún tipo de cortesía, con el que mantendrá una relación bastante extraña. Lo conocerá con motivo de las encuestas, Marian pasa por su casa y le pregunta qué cantidad de cerveza que bebe al mes. Después de anotar unas descabelladas respuestas,  el propio Duncan le desvela que solo bebe whisky. Se vuelven a encontrar inesperadamente en en la lavandería, en el cine,  y en cada encuentro irán explicándose sus vidas, esperando que el otro les salve, les saque de sus momentos de agonía. Duncan es un chico huraño, maniático, al que le gusta planchar porque le relaja (le pide a Marian que le lleve ropa a su casa para plancharla, ya que se le ha acabado toda la ropa arrugada de que disponía) cuyos compañeros de piso actúan de forma paternalista con él porque lo consideran un loco, un enfermo mental.

Marian, a medida que la trama va discurriendo, va sintiendo náuseas al comer, un irremediable asco hacia la comida. Cada vez aborrece más alimentos, primero los que proceden de animales, pero llega a un punto que hasta las zanahorias son vistas con vida, moviéndose ante sus ojos con terror a que las coma. Y va dejando poco a poco de comer, buscando excusas para que la gente no perciba su inapetencia, su desagrado ante un buen filete. Es como si se fuera deshaciendo poco a poco en una rutina diaria que acaba con su energía, con su identidad y con sus ganas de vivir, y no es casualidad que esto le empiece a ocurrir una vez que su novio le pide matrimonio.

"La historia está estructurada en tres partes. En la primera y la tercera, la narración está contada en primera persona, es decir, Marian cuenta sus peripecias directamente. En la segunda, en cambio, se pasa a la tercera persona. Esto es muy simbólico, ya que la segunda parte se inicia tras haber aceptado la propuesta de matrimonio de Peter y acaba cuando decide romper el compromiso. Es como si, durante el tiempo en que está prometida con Peter, Marian no fuese más que una espectadora de su vida, sobre la que no tiene ningún control. Esto es coherente con lo que ocurre, ya que no puede comer lo que quiere y se deja arrastrar a una serie de aventuras con Duncan a las que nunca sabe cómo llega. Asimismo, esto concuerda con el mensaje que, al parecer, la autora quiso transmitir con esta novela. 

Margaret Atwood fue considerada una autora feminista y defensora de los derechos de la mujer a raíz de sus publicaciones. Y no cabe duda de que dejó pistas. Para empezar, con esta visión que ofrece del futuro matrimonio de la protagonista, que para ella es equivalente a dejarse comer, desde un punto de vista de la personalidad y de la actitud ante la vida, por el marido, dando título de esta forma a la historia. Por otra parte, la compañera de piso de Marian, Ainsley, es representante del cambio que se comenzaba a gestar en la época y que reclamaba mayor independencia para la mujer en todos los sentidos. Ainsley no mantiene ninguna relación sostenida con nadie y, de un día para otro, decide que quiere ser madre soltera, pues considera el embarazo el verdadero símbolo de la feminidad, pero sin que ello sea necesario, más allá del punto de vista biológico, ningún hombre". (Extracto tomado del blog Recuncho de letras).

Una vez más, esta autora  nos hace reflexionar sobre las convenciones sociales, sobre las obligaciones a las que nos vemos sometidos en esta sociedad, entre ellas el matrimonio y las consecuencias que este tiene, especialmente en las mujeres. Destaco un extracto bastante llamativo de la novela,  una de las conversaciones que tienen Marian y Duncan, en la que este le pide tener relaciones para descubrir realmente cuál es su orientación sexual, si es que tiene algún deseo sexual, cuestionando incluso las relaciones sexuales que tenemos, cuánto hay de realidad en nuestras actuaciones y cuánto de imitación:


"Quizá soy un homosexual latente.- Se quedó un momento pensando-. O a lo mejor soy un heterosexual latente. Bueno, en cualquier caso, soy bastante latente. Y la verdad es que no sé por qué. Claro que ya he hecho algunos intentos, pero siempre empiezo a pensar en la futilidad de todo y lo dejo a medias. A lo mejor es porque se supone que es preciso hacer algo,y a mí, pasado cierto punto, lo único que me apetece es quedarme tumbado mirando el techo. Cuando debería estar preparando trabajos de clase, me da por pensar en el sexo; y cuando por fin consigo acorralar a alguna chica guapa y dispuesta, o cuando estamos retozando detrás de los arbustos y eso, y todo parece apunto para el coup de grâce, empiezo a pensar en los trabajos de fin de curso. Sé que se trata de una alternancia de las distracciones, porque las dos cosas son en el fondo distracciones, ¿no? ¿Pero de qué me distraigo en realidad? Lo malo es que son  todas demasiado literarias. Eso es porque no han leído lo bastante. Si hubiesen leído más se darían cuenta de que todas esas escenas ya se han inventado. Y ad náuseam. ¿Cómo pueden ser tan vulgares? Se entragan más o menos, se muestran apasionadas, cariñosas, lo intentan con todas sus fuerzas, y yo pienso, oh no, otra imitación de lo que sea que estén imitando, y acto seguido pierdo el interés".

Creo que esta novela puede ser interesante para abordar temas como la independencia de la mujer, el matrimonio, el sexo, la homosexualidad  y la búsqueda de la identidad. La recomendaría para el alumnado de  4º de ESO en adelante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario