Acabo de releer la novela El Camino, de Miguel de Delibes, porque se trata de una de las lecturas recomendadas para la PAU de Castilla y León. Y realmente me ha emocionado como no lo hizo la primera vez que la leí.
Daniel, el Mochuelo, es un jovencito de 11 años, hijo de una familia de queseros, que vive en el pueblo de Molledo. Está en su cama, en su pequeña habitación con vistas al pico Rando, cuando comienza a rememorar sus años de infancia en el valle de Iguña, la noche antes de su viaje a la ciudad donde debe ir "para progresar".
Sus padres quieren que estudie, para avanzar en la vida y "convertirse en un hombre de provecho", pero Daniel lo que ansía es quedarse en el pueblo, junto con su amigo Roque, El Moñigo, y con Germán el Tiñoso. A través de una tercera persona, se nos explica todo lo que nuestro protagonista siente, cuánto adora el entorno en el que habita y a ciertas personas de su pueblo: a Paco, el Herrero, que es tan fuerte que es capaz de cargar él solo con una figura de la Virgen, a Don José, el párroco de la iglesia, un hombre sabio que, a pesar de la cantidad de veces que dice en sus sermones "en verdad", supondrá toda una guía para Daniel, o a la bella Mica, que le parece la joven más bella que ha visto nunca -y todavía más cuando observa sus facciones de cerca, después de haber robado manzanas de la finca de su padre- y de la que se enamora platónicamente.
A través de veintiún capítulos, Daniel, El Mochuelo (el mote siempre aparecerá junto al nombre, al igual que pasa con el resto de personajes) irá relatando diversas historias que han ocurrido en Molledo, tanto a él mismo (cuando decide, junto a sus dos amigos del alma, defecar en el túnel mientras está pasando el tren, o cuando se envalentona para subir a la cucaña y alcanzar los cinco duros que ha dejado como premio el Indiano, entre otras) así como las anécdotas de otros de los personajes entrañables del pueblo, como las historias de las Guindillas (la Guindilla Menor con el Señor Dimas, o el enamoramiento tardío de la Guindilla mayor de Quino, El Manco) así como los descubrimientos de algunos de los grandes secretos de la vida; de dónde vienen los niños, o qué significa saber que "se tiene el vientre seco"; los grandes secretos de la vida que descubrirá, en parte, gracias a la sabiduría popular de Roque, el Moñigo.
A través de una narración en tercera persona, haciendo uso, en ocasiones, del estilo indirecto libre, Miguel Delibes hace una reivindicación del ruralismo, de conservar el léxico propio de los pueblos y, en suma, de defender la intrahistoria que se esconde en distintos parajes. Aunque Delibes suele ubicar sus novelas en la región de Castilla, en esta ocasión nos lleva al pueblo en el que veraneaba cuando era niño y que, de alguna manera, ha dejado huella en su forma de ser. Porque, como Ortega y Gasset afirmaba (y creo que Delibes le daría la razón): "Los paisajes han creado la mitad de mi alma (...) Dime el paisaje que vives, y te diré quién eres".
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