El título del libro se debe a uno de los relatos, "Mala letra", en el que la protagonista explica la obsesión de su profesor de ciencias por que ella coja bien el lápiz, "como dios manda" (así le repite el docente en reiteradas ocasiones"), como lo indican los cuadernillos de Rubio que todos recordamos en la parte de atrás. Sin embargo, Sara nunca fue capaz de coger el lápiz como le indicaban, y "escribía como si tuviera muñones en lugar de manos", incapaz de trazar buena letra, y sin embargo, aun sin seguir estas prescipciones, ha llegado a ser una gran escritora.
En general, los cuentos ("Palabra-piedra", "Papá es de goma", "Nosotros, los blancos", entre otros) nos hablan de muchos de los males que impregnan nuestra sociedad: el sentimiento de culpa, el remordimiento, la falta de comunicación intrafamiliar, los miedos, la muerte... Los personajes muestran su cara más sórdida y hostil, y narran sus historias sin buscar suscitar morbo, aunque todos los temas de los que habla son bastante mórbidos.
Como explica la periodista Sara Vítores, se trata de "Once paradas. Once cuentos. Once formas de volver a tener once años. Y si en la trama la infancia es el nexo común, la protagonista de todos los relatos, en el estilo, el hilo conductor es esa forma descriptiva de la literatura de Sara Mesa, que se preocupa por explicarnos la imagen exacta de la más pequeña mota de polvo. Mota que para el resto de los mortales pasa absolutamente inadvertida".
Estos cuentos me han recordado, por su estilo, a los relatos de Edgar Allan Poe o de Julio Cortázar. Muy recomendable para los lectores a los que les gusta vibrar con la lectura, que les remuevan, que no les dejen indiferentes...
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