domingo, 7 de enero de 2018

LA VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA DÍAS de Jules Verne

Leer los clásicos siempre es un acierto. Y leerlos a los treinta y tantos, como ha sido mi caso, también. Esta obra es la que los niños y niñas solían leer al cumplir trece o catorce años. Sin embargo yo a esa edad rechazaba las obras clásicas... no sé por qué. Claro que conocía al escritor francés Jules Verne, autor de novelas de aventuras de ciencia ficción y de aventuras como Cinco Semanas en globo, Viaje al centro de la tierra, Veinte mil leguas de viaje submarino o esta misma, La vuelta al mundo en ochenta días, que se hizo muy conocida debido a la serie de dibujos animados de Willy Fogg, pero nunca me llamaron la atención estos títulos. Sirva esta entrada para rectificar tiempos pasados, y comenzar a reivindicar la lectura de Jules Verne (así como la de otros/as autores/as clásicos/as).

Phileas Fogg es un hombre maniático, calculador, estricto, impasible, que todos los días va al Club Reform a leer el Daily Telegraph y a jugar al whist con sus compañeros. Todos los días sale a la misma hora de casa, y  mantiene la misma rutina, sin modificarla ni un ápice. Decide contratar a Passepartout, quien le servirá de contrapunto. Jean Passepartout es un hombre francés, polifacético, espontáneo y extrovertido, que comenzará a servir de criado a Fogg en su casa.

Una tarde, lejos de cualquier previsión, Phileas Fogg hace una apuesta de la mitad de su fortuna en la que se compromete a dar la vuelta al mundo, con los rudimentarios medios de transporte de final de siglo XIX, en ochenta días. Fogg lo tiene casi todo calculado para que entre barcos, paquebotes, trenes esta hazaña pueda ser acometida, aunque finalmente aparecerán otros medios de transporte más inesperados y diversos, como es el caso de un elefante en la India, o como un trineo en EEUU- .

Aquí podéis ver el mapa del recorrido que cursaron Phileas Fogg, su compañero Jean Passepartout y la viuda Aouda, una joven hindú a la que salvaron de ser quemada en una hoguera junto a su difunto marido según un ritual indio.




Además de estos personajes, aparecerá la figura del comisario Fix, un policía inglés que perseguirá a Fogg creyéndole el ladrón de 55.000 libras del banco de Inglaterra, y que servirá de antagonista de la trama, causando retrasos a la comitiva de Fogg, e incluso logrará el encarcelamiento del británico una vez llegados a Inglaterra.

Es una novela entretenida y que consta de muchos detalles geográficos, así como terminología muy precisa respecto a las formas de embarcación, que resultan de gran interés histórico. Sin embargo, todos los lugares por los que pasan tienen una relación directa con el Imperio Británico, por lo que se trata de una vuelta al mundo desde una visión imperialista y eurocéntrica. La visión que se da de las sociedad hindú, ruidosa y con tradiciones anacrónicas (como el rito de los Vindhias  en la India), que apenas se explica, y que se dibuja de forma caricaturesca y en la que, una vez más, el europeo aparecerá como salvador.

Por otro lado, la novela mantiene la visión clásica de los personajes, en los que, una vez más, los hombres serán los redentores. El personaje de Aouda, pese a la fuerza que podría tener, consiste en un personaje pasivo, plano, del que apenas se conocen sus pensamientos, que será rescatada de su tierra y llevada hasta Inglaterra, donde finalmente accederá a casarse con Fogg. Todo ello suena, cuanto menos, difícil de creer. Se habla del hieratismo y frialdad de Fogg respecto a toda la gente que le rodea, e incluso con Aouda, con quien es amable, pero con quien apenas intercambia más que algunas frases en toda la trama, por lo que choca que una vez llegados a Londres, ella se haya enamorado de Phileas.

Sea como sea, y entendiendo estos detalles como característicos de la narrativa de final del siglo XIX (esta novela se publicó por entregas desde noviembre de 1872 hasta diciembre del mismo año, de forma sincrónica a como se desarrolla la acción), se trata de una novela interesante y atractiva para el alumnado de 2º y 3º de la ESO especialmente, que debe leerse con perspectiva histórica, apreciando la capacidad que tuvo Jules Verne para anticipar adelantos tecnológicos del siglo XX.





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