martes, 1 de abril de 2014

VULVA de MITHU M. SANYAL



Este libro no deja indiferente a nadie. Para empezar, solo el título me hizo quedarme delante de la estantería de la librería unos segundos, coger el libro un poco ruborizada... y ver que el título es aún más amplio: la revelación del sexo invisible. Invisible, ciertamente invisible.
Para empezar invisible en nuestro vocabulario... Cuando he preguntado a la gente cómo decirle a mi hija pequeña que se llama su mi coño, (que me suena muy mal para una niña de dos años... aunque claro, tendríamos que analizar el porqué), chocho, peseta, vulva... muchas -incluida una pediatra- me ha contestado que "culo" y ya está. No, culo no me vale, y no me digas que "ya está" porque hay que llamar a las cosas por su nombre.

La propia autora afirma que, mientras buscaba bibliografía para conocerse mejor a sí misma se sorprendió del limitado -por no decir nulo- número de ejemplares, los únicos que halló versaban sobre las enfermedades sexuales de las mujeres, y bastante pocos estudios científicos sobre su anatomía. Y lo que es peor, llamando vagina a la vulva en múltiples ocasiones. "La práctica generalizada de nombrar equivocadamente a los genitales femeninos es casi tan sorprendente en sus consecuencias como el silencio que rodea a este hecho. Es cierto que en los Estados Unidos no se cortan y extraen el clítoris y los labios vaginales como se hace en otras culturas a innumerables niñas y mujeres. Nosotros hacemos el trabajo no con el cuchillo sino con el lenguaje: el resultado es, si se quiere, una mutilación genital psíquica. El lenguaje puede ser tan afilado y veloz como un bisturí quirúrgico. Lo que no se nombra, no existe."

Y ejemplo de este error en la referencia está en, por ejemplo, un libro que tuvo muchísimo éxito, Diálogos de la vagina, escrito por Eve Esler en 1996. Yo misma lo leí con mucho entusiasmo y fervor y no me percaté de que en ningún momento hablaba de la vagina, sino de la vulva, y el propio título lucía ese error sin darle la menor importancia.



Pero el libro de Sanyal, sobre todo, es una oda a nuestros genitales. La autora va haciendo referencias a distintos personajes mitológicos, como Baubo (representado en piedra aquí a la izquierda), y ensalzando su valor erotizante, su disfrute carnal. Del mismo modo, explica -y complementa con imágenes- cómo en los relieves de muchas iglesias, o en esculturas, se ensalzaba la vulva, se representaba a una mujer menstruando e incluso compara la aureola en la que se representa a la Virgen con la forma de los labios.

Da un repaso y cita un montón de artistas que han utilizado su cuerpo como objeto artístico, pero siendo ellas el sujeto y el objeto (y no tan solo el objeto, como ha ocurrido en la historia del arte convencional) y que por ello han sido tachadas de pornográficas, e incluso ignoradas. Recupero los nombres de Gypsie Rose Lee, primera artista del strip-tease, Karen Finley, Anni Sprinkle o Mimosa Pale. Muchos son los nombres de mujeres artistas, creadoras, que han querido reivindicar su vulva, esa gran desconocida, a través de sus trabajos.

Y acabo con un extracto del libro que refleja perfectamente el desconocimiento de los hombres de los cuerpos de sus propias mujeres al condenar a una mujer por brujería en el año 1593: "el esbirro a cargo del examen (un hombre casado), descubrió evidentemente por primera vez un clítoris y lo identificó como una marca del diablo, prueba segura de la culpabilidad de la acusada. Era un pequeño trozo de carne, sobresaliente, como si fuera una tetilla, de media pulgada de largo" que el ayudante del verdugo vio a simple vista pero estaba escondido, puesto que era indecoroso mirar; sin embargo, finalmente, ya que no estaba dispuesto a callar una cosa tan rara", mostró la cosa a varios espectadores. Los espectadores no habían visto jamás algo así"